sábado, 6 de octubre de 2007

Vandor... A usted lo matan!

Se escuchaban ruidos en la habitación. La reunión estaba terminando. El primero que sale es Perón, el Lobo lo secunda, lo ayuda separando del camino una silla que impedía al paso. El general levantó la mirada, buscaba a alguien para precisar la directiva. Jorge Antonio pasó fugazmente por unos de los pasillos, Perón lo alcanzó a ver. “Antonio”, le grito fuerte con el temor de no llamar su atención y fracasar en la búsqueda de encontrar a alguien para la tarea. ¿Antonio me hace una gauchada?, le dijo. Me llama a López y le dice que lo acompañe a Vandor al aeropuerto. El avión parte en tres horas, dígale que se apure.
Antonio salió a cumplir con la orden. Vandor se erguía inmutable, sin hablar. El Lobo estaba resignado. Perón arrastró un sillón pesado para sentarse. Tardó en acomodarse, le costaba cruzar las piernas. Lo invitó con un ademán de manos a ubicarse enfrente suyo. Sin piedad, lo arrebató.
- A usted lo matan Vandor. Se metió en un lío que a usted lo van a matar.
- Pero General…- ¡Déjese de joder! Si no lo matan unos lo matan otros. Usted aceptó dinero de la embajada americana y creía que se los iba a fumar a los de la CIA. ¡Déjese de joder Vandor!, usted es un boludo.
El hombre apretaba un cigarrillo entre sus dedos, con la mano izquierda revolvía todos los bolsillo del saco. No encontraba el encendedor de benzina. Por momentos interrumpía su búsqueda y se frotaba incisivamente los ojos. Sentía que lo estaban condenando, que se encontraba en el banquillo de acusados de un tribunal de justicia en el que la sentencia era inapelable. Intentó rastrear una palabra de aliento.
- Pero general con la gente de la embajada lo tengo todo encaminado. Esta semana voy yo a…
- ¡Hágame el favor! Usted está entre la espada y la pared: si usted le falla al movimiento, el movimiento lo mata; si usted le falla a la CIA, la CIA lo mata.El cigarrillo se había roto. El sudor y la presión resquebrajaron el papel, el tabaco empezaba a brotar cuando el Lobo cerró el puño y lo hizo un bollo. Las lágrimas ya le recorrían las dos mejillas. Perón continuó.
- Usted no es tan habilidoso como se cree.
En el pasillo se escuchaban las voces de Jorge Antonio y López Rega. Perón interrumpió su embate y cabeceó hacia el lugar de donde provenía la conversación. Vandor se llevó la mano cerrada que envolvía lo que quedaba del cigarrillo a la frente y luego la trasladó a la altura del tobillo. Abrió el puño y dejo caer sobre la alfombra verde el bollo de tabaco y papel.
- No sea idiota Vandor. En esto no hay habilidad, hay honorabilidad, que no es lo mismo.

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